2011-03-31

Verano y Otoño


Un día de esos, caminando por entre los senderos llenos de la hojarasca
otoñal de su vida, se encontró con ella. Cargaba en sus manos una
canastilla con flores de vívidos colores, mismas que se producen en el
estío de la existencia. Sus ojos se encontraron y sus miradas se
entrelazaron por un brevísimo instante.

"Para donde caminas, mujer de hermosos ojos?" Preguntó.
"No sé", dijo ella bajando su mirada.
"Llevas una canastilla repleta de lindas flores."
"El que tengan lindos colores no quiere decir que todas sean lindas. Y
tu canastilla, caminante, donde está?"

"La mía?. . . La mía?", dijo el casi hablando consigo mismo, "la mía. .
. la mía. . . creo que la dejé en uno de los recodos de este sendero,
hace ya algún tiempo. Recuerdo que sólo quedaban ya un puñado de
mustias hojas y que sus colores eran anaranjados, amarillentos y café. .
.Y de bajo de ellas había sólo abrojos. Muchas veces metí las manos
entre las hojas y al sacarlas sangraban. Mira, todavía tengo lasmarcas."
Y le mostró sus manos.

Ella se agachó para dejar su canastilla en el suelo, y al levantarse y
mirarle a los ojos se sorprendió por el color de ellos.
"Por que tienes los ojos violeta?", preguntó "He sufrido mucho", dijo él.
Ella tomó sus manos entre las suyas y pasó suavemente sus dedos por las
marcas y le volvió a mirar a sus ojos.

"Sabes?, déjame darte la más linda de mis flores", dijo sacándola de su
canastilla y ofreciéndosela con una sonrisa triste y dulce a la vez.
El inclinó su cabeza para que ella no viera una lágrima que comenzaba a
descender por su mejilla, y al hacerlo notó manchas rojas en las manos de
ella.

"Tus manos sangran", le dijo tomándoselas.
"Sí. También entre las flores de mi canastilla hay muchas espinas y
constantemente me hiero las manos. Pero no importa."
Tiernamente el tomó el rostro de ella en sus manos y muy dulcemente
besó su frente. Ella lo abrazó y se acurrucó en su pecho.

"Ven, vamos a buscar tu canastilla", le dijo ella. "Quizás mientras
tanto, entre los dos podamos sacar y tirar las espinas que hay entre mis
flores y una vez sin ellas, podremos compartir lo que quede."

Ella se agachó, recogió su canastilla, tomó su mano y se perdieron
entre los recodos de aquél camino que muchos llaman vida.

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